sábado, 8 de septiembre de 2012

Miquel Barceló nos brinda un nuevo festín para los sentidos en 'Cuadernos del Himalaya'


Barceló emprendió en el verano de 2009 este viaje hacia rutas espirituales que plasma la obra editada con primor por Galaxia Gutenberg.

La magia tibetana y las pinturas budistas que el artista Miquel Barceló descubrió a lo largo de dos viajes por la cordillera más alta del mundo durante los veranos de 2009 y 2010, son los motivos protagonistas de Cuadernos del Himalaya, obra editada por Galaxia Gutenberg  y presentada esta misma semana por el artista mallorquín, quien ha expresado la "fascinación" que le ha producido esta región, un lugar en el que pudo sentirse alejado del resto del mundo al tiempo que tenía la ocasión de entablar una relación directa con las “grandes obras de arte” que pudo hallar en cuevas remotas.

Estas “témperas” plasmadas sobre paredes resecas a base de llamativos colores y a las que había que acceder en ocasiones tras caminar durante días, trepando por montañas inestables gracias a cuerdas hechas con pieles de cabra, estaban acompañadas por la presencia orante y recogida de ascetas y monjes budistas, todo lo cual, a pesar de la declarada voluntad de Barceló de no pasar por un “asceta”, terminó inevitablemente por trasladarse a los dibujos.

 Ese retrato de un "mundo en combustión" que contiene el libro, ese diálogo entre paisaje, artista y espiritualidad que desembocan en un "autodescubrimiento" en ocasiones teñido de ironía, podrían remitir a otro trabajo del pintor: sus justamente célebres Cuardernos de África. Pero si bien, en aquel caso, todo parte de los escritos que Barceló elaboró entre 1988 y 2000 a lo largo de sus estancias en Mali, ahora la presencia de textos es sensiblemente menor,  y los que aparecen, escritos originalmente en francés, ocupan un lugar secundario en relación a las fotografías comentadas por él mismo y, especialmente, las acuarelas y los dibujos, que provienen de dos cuadernos que Barceló elaboró en el lugar y que, en algunos casos, se han completado con hojas sueltas de 50x75 cms. de papel artesanal compradas en el Nepal.

Unas obras, en fin, de aire “budanesco”, como él mismo reconoce, que seguramente formarán parte de la próxima exposición que el artista piensa montar en Nueva York.

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