domingo, 14 de octubre de 2012

Errata Naturae reúne en 'Dos noches' sendas novelas cortas de Ennio Flaiano, uno de los grandes guionistas del cine europeo



Dos noches.
Ennio Flaiano.
Traducción de Miguel Ros González.
Errata Naturae. Col. El Pasaje de los Panoramas.
Formato: 14× 21,5.
224 páginas.
PVP: 18,90 €
Fecha de publicación: 22 de octubre de 2012.

Guionista de directores como Fellini –con el que creó historias tan maravillosas como La dolce vita, Ocho y medio, Las noches de Cabiria o Los inútiles–, Michelangelo Antonioni, Roberto Rossellini, Mario Monicelli o Dino Risi, entre otros, Ennio Flaiano (Pescara, 1910 – Roma, 1972) fue, como el propio Fellini manifestó, “un novelista absolutamente extraordinario”.

Periodista, crítico de cine o dramaturgo, ganador ya en 1947 del Premio Strega por su novela Tempo di uccidere, un apasionado libro sobre su experiencia en Etiopía, donde cubrió la guerra entre los años 1933 y 1936, su prestigio como narrador, muchas veces ensombrecido por su faceta de guionista, se ha ido consolidando con los años y de su producción destacan títulos a medio camino entre lo biográfico y personal–algunos de los cuales Errata Naturae irá publicando en lo sucesivo–, como Diario nocturno, Il gioco e il massacro o Diario de los errores.

En Dos noches se recogen dos novelas, centradas en sendos escritores romanos que aparecen –nos indican sus editores– como el derecho y el revés de un único yo disperso, escéptico y melancólico. O como el propio Flaiano se encarga de recordarnos:
Los dos relatos de este libro son las caras de una misma moneda: van juntos, pero el uno se sorprendería de leer al otro, tan diferente. Un poco de experiencia nos enseña que par e impar están esculpidos en el mismo dado, y que tanto el drama como la farsa acompañan al personaje indeciso o, sencillamente, mediocre.
En el primero de ellos, La mujer de Fiumicino, Graziano, es un periodista indolente de día y un escritor inédito de noche, con auténtico terror a la página en blanco, seductor desastrosamente torpe a quien sólo llega a serenar la tácita admiración de Dory Nelson, chica de compañía. Una noche, mientras trata de cubrir la noticia de un avistamiento extraterrestre a las afueras de Roma, es abducido por una alienígena dócil e impasible que lo conduce hasta su nave nodriza. Comienza así una historia de amor entre dos seres, qué duda cabe, muy distintos.

El descontento y un inquieto aburrimiento, sin embargo, marcan la existencia de Adriano, protagonista de la segunda novela. Se trata de un escritor a quien todo le parece “sin peso, evitable, aburrido”, y que conduce desde Roma al santuario donde un amigo cineasta, un tal Fellini, está rodando los exteriores de su próxima película, Las noches de Cabiria. Más tarde, se trasladará a su casa de la costa. Adriano encuentra allí la soledad de un litoral en el que se percibe “la calma, la profunda voluptuosidad del tiempo”, pero en el que la inmovilidad de los siglos está ahora contaminada por la negligencia y la fealdad.

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